Recordemos unas palabras que pronunció
el director Sam Firnstenberg en una entrevista concedida para el blog
“La Abadía de Berzano” (*): en toda mi vida el
único proyecto que he rechazado rodar fue Contacto
sangriento...¡Menudo error! (risas). El principal motivo por el
que me negué a dirigirla fue que, debido a mi experiencia previa, ya
me había acostumbrado a rodar en cada película en veinte, treinta o
cincuenta localizaciones distintas. Así que cuando leí el guion de
esta película y comprobé que tan sólo había un escenario en toda
la historia, me pregunté a mí mismo: “¿Cómo voy a rodar una
película de acción en una única localización sin resultar
aburrido?”. Como, por supuesto, no encontré la respuesta,
decidí finalmente rechazar el ponerme al frente del proyecto. Viendo
en retrospectiva el éxito que tuvo la película, resulta obvio que
me equivoqué; como se suele decir en estos casos, el resto es
historia.
Interesante declaración, desde mi
punto de vista, que tal vez ayude a entender las acusas que llevaron
al cineasta a filmar, en 1992, la cinta que aquí reseñamos,
American Samurai. Se trata de
una estupenda cinta de artes marciales cuyo argumento y desarrollo
guarda no pocas similitudes con el éxito de Van Damme: un bebé,
hijo de una pareja norteamericana y huérfano después de un
accidente aéreo, es recogido por un maestro oriental, padre a su vez
de otro hijo varón. El mentor entrena a los dos jóvenes en el arte
de la lucha y de la espada, convirtiéndose ambos en dos excelentes
guerreros. Los años pasan, y la personalidad y los intereses de cada
uno de los muchachos sale a relucir: Andrew, el americano es un noble
luchador, con el honor como máxima en la vida; por el contrario su
hermanastro asiático, Kenjiro, es un engreído cargado de odio que
para colmo de males ha entrado a formar parte de la yakuza japonesa.
Tras una serie de conflictos generados por los celos, Andrew se verá
obligado en un torneo clandestino de lucha sin reglas denominado “El
circo de la muerte” en el que Kenjiro es el actual campeón.
Aún sin ser uno de sus títulos más
conocidos, para el que esto suscribe American Samurai se sitúa
como una de las mejores películas de acción de la filmografía de
Firstenberg. No es perfecta, y en algunos momentos sale a relucir el
mensaje panfletista pro-yankee pero, resulta un filme lleno de
ritmo, con buenas peleas excelentemente filmadas por Firstenberg. El
reparto está a la altura de las expectativas, y el propio
Firstenberg recordaba en la citada entrevista que no hubo un casting
para buscar a las dos estrellas, pues el proyecto ya nació con la
idea de promocionar a sus dos protagonistas, un David Bradley en
pleno apogeo tras aparecer en varias entregas de la saga El
guerrero americano y el
siempre genial Mark Dacascos, aquí en su primer papel importante
-dando vida al némesis del protagonista-, conocido por aquel
entonces en determinados circuitos gracias a su curriculum en el
mundo de las artes marciales.
Con momentos puramente trash que
van del surrealismo al puro pulp -como esos luchadores
que participan en el torneo ataviados cual cimerios- aderezado todo
con escenas llenas de gore (salpicaduras de sangre, cabezas
cercenadas, extremidades separadas del cuerpo, etc.), American
Samurai es uno de esos pasatiempos más propios del videoclub que
de las carteleras, sin más pretensión que calmar las ansías de
todos aquellos fans de los logros de los 90 de Seagal, Norris o el
mentado Van Damme. Recomendable.
*: La entrevista la realizó, en abril de 2016, José Luis Salvador Estébenez en el marco del festival Cutre-Con de Madrid.
Puntuación: 6/10
*: La entrevista la realizó, en abril de 2016, José Luis Salvador Estébenez en el marco del festival Cutre-Con de Madrid.
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