lunes, 2 de enero de 2017

SPL II: A Time for Consequences (2015)

¿Dirigida por Soi Cheang (Love Battlefield, 2004) y protagonizada por Simon Yam y los gigantes marciales Tony Jaa y Wu Jing?
Sobre el papel todo parecía de lo más suculento, y en especial siendo la esperadísima segunda parte de una de las películas de artes marciales más interesantes de la primera década del siglo XXI, pero... ¿qué tal funciona en pantalla?

Soi Cheang -un todo terreno con gusto por el thriller- establece desde el inicio del film un estilo visual cuidado y un ritmo narrativo bastante sobrio dejando claro al espectador que no sólo va a presenciar combates de artes marciales.

La historia gira entorno a las mafias de tráfico de órganos humanos, con las que los diferentes personajes protagonistas, por uno u otro motivo, se ven involucrados. Esgrimiendo un tono excesivamente lacrimógeno parece querer introducir cierta crítica al desequilibrio económico y social que generó -y esta generando- el llamado "milagro" económico de los tigres asiáticos.

Las actuaciones están al nivel de las pretensiones del film, empezando por Yam y terminado por Jaa, que realmente hace un gran trabajo interpretativo. El esfuerzo por intentar dar prestigio a las artes marciales -sin complejos- con súper planos secuencia, fotografía cuidada y dominio técnico es de agradecer, pero nunca perdiendo de vista el eje característico e identitario del género, que son las peleas coreografiadas, ejecutadas y filmadas por expertos en artes marciales y que priman ante todo la claridad con la que los mismos las exhiben en pantalla. Esto puede aparentar excesivamente critico, porque la película contiene escenas de acción marcial potentes en las que se ejecutan movimientos -aparentemente- espectaculares y que por la trayectoria de los actores nadie pondría en duda. Pero si se mira detalladamente el guisado formal de estas escenas, se ve claramente que, en ese aspecto, el film tira más hacia a los convencionalismos norteamericanos, y aunque Tony Jaa sea una autentica máquina, cualquiera puede parecer un gran luchador si todo lo que ocurre en pantalla es confuso y viene troceado como un buen Chop Suey. Esto va a gustos, pero para mí una buena escena de artes marciales es aquella que contiene el aspecto circense que antepone la claridad del show y que no deja lugar a dudas de la autenticidad de las piruetas. Aquí el director confunde el empleo del plano secuencia, exclusivizando incomprensiblemente su uso para las escenas de tiroteos, reservando para las peleas un lenguaje mas videoclipero.

En definitiva, estamos ante un drama de acción que se pierde en la búsqueda de sofisticación, encontrando a cambio situaciones ridículamente inverosímiles y lentitud injustificada. Todo esto no tendría tanta importancia si el film ofreciera combates bien descritos, pero una vez más el mal de Norteamérica infecta territorio ajeno minando el talento de los artistas marciales y convirtiendo la acción en un puzzle troceado.
Muy inferior a su menos pretenciosa primera parte.

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