viernes, 1 de septiembre de 2017

UN DRAGÓN EN LAS CALLES (The Process, 1998)


Tras despuntar en títulos como “El guerrero rojo”, “Las tortugas Ninja II” o la serie “Sidekicks”, Ernie Reyes Jr. encadenó una serie de títulos que pudieron dar a entender que se convertiría en toda una estrella de las artes marciales. Y aunque sí es cierto que en su curriculum figura el haber trabajado junto a figuras como Spielberg o Jackie Chan, a día de hoy su estrella se encuentra algo apagada, lo que no significa que no pueda mantenerse en determinados mercados, ofreciendo divertidas cintas de acción.

Pero a mediados de los 90, como decíamos, Reyes se encontraba en uno de los mejores momentos de su carrera, realizando diferentes papeles en series de éxito, como “Kung Fu: la leyenda continúa”, o películas que combinaban el humor con la acción marcial, caso de “Surf Ninjas”. Así pues, Reyes se animó a probar suerte tras las cámaras -ya había sido coproductor de “Surf Ninjas”- escribiendo y dirigiendo “Un dragón en las calles”, película de bajo presupuesto que, contra todo pronóstico, no se trató de un filme confeccionado para su propio lucimiento. Aquí el protagonista es Shishir Inocalla, actor y stunt-man de origen filipino que da vida a Pinoy, un experto en artes marciales procedente de Asia que viaja hacia Estados Unidos aconsejado por sus maestros, en busca de nuevas experiencias. Al llegar a la ciudad conocerá a Jesse (Ernie Reyes Jr.), quien le introducirá en una espiral de violencia envolviéndole en una guerra entre bandas, traficantes de drogas y redes de prostitución. De modo que tenemos a Reyes Jr. en un rol secundario pero con importancia dentro de la trama, reservándose, eso sí, diferentes golpes de humor con el objetivo de empatizar con los espectadores del filme. Por desgracia para todos, la película no funciona en absoluto; se trata de un producto amorfo, sin encanto alguno, carente de ritmo y equilibrio. Por momentos parece un trabajo realizado por aficionados, con coreografías desprovistas de atractivo, sazonado todo con un humor sin gracia que no hace más que entorpecer la narración, convirtiendo su visionado completo en una gesta difícil de ejecutar. Un horror que merece la pena olvidar.

Después de esta experiencia, Reyes Jr. no volvió a dirigir ningún largometraje -al menos hasta la fecha-. Lógico, pues sí bien es cierto que frente a las cámaras demuestra poseer cierto gancho y cumple sin problemas con su faceta de artista marcial, en la silla de director reveló un nulo conocimiento de la realización cinematográfica.            
         
Puntuación: 3/10

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